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El jaguar (y no el tigre, pues éste no es aborigen de América) es, por su ferocidad, carácter rebelde y belleza, el rey de las junglas americanas y, por lo tanto, de las yucatecas. Éstos fueron los motivos capitales por los que todos los pueblos americanos rindieron culto desde tiempos ancestrales a este felino. Sin embargo, en Yucatán es debido principalmente a la influencia tolteca.
El nombre balam, que se aplicaba al jaguar, se daba asimismo a un sacerdote perteneciente a la importante jerarquía sacerdotal de los balames, adivinos o intérpretes de los dioses, encargados, por lo tanto, de regir la vida psicológica e intelectual de los mayas.
En Uxmal destaca en una original representación asentada frente a las escaleras del Palacio del Gobernador, en forma de trono, una peculiar y extraña figura de dos jaguares unidos por el pecho (de ahí el nombre "bicéfalo"), con la cabeza de uno mirando hacia el norte y la del otro hacia el sur.
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