La de ayer fue una noche memorable para quienes asistieron al
centenario teatro José Peón Contreras a escuchar a la Orquesta Barroca
de Friburgo, en la que significó la actividad inicial de abono del
Festival Internacional de la Cultura Maya (FICMaya) y la primera de las
20 propuestas que el Festival Internacional Cervantino comparte con esta
ciudad.
Y es que los 24 músicos de la reconocida agrupación alemana obsequiaron un concierto de profunda emotividad y dominio técnico.
El programa comenzó de manera festiva con una pieza del alemán
Reinhard Keiser (1674-1739). Fuera de la visión de la sala, sonaron los
redobles de un tambor al tiempo que la veintena de músicos se fue
incorporando de forma paulatina sobre el escenario y sumando su
respectivo instrumento para al cabo de unos cuantos segundos dar forma a
una obra brillante, colorida.
Desde ese momento los ejecutantes intercambiaron miradas y sonrisas cómplices y de entendimiento.
En ese ánimo, llegó la siguiente obra, del italiano Pietro Antonio
Locatelli (1693-1764), otra partitura solar y gozosa, sonriente.
De la inmovilidad al frenesí
Los aspectos visual y sonoro se amalgamaron en el quehacer de los de la Orquesta Barroca de Friburgo.
La parte visual, en tanto, no fue menos atractiva, pues sobre el
escenario pudo apreciarse el placer y el disfrute con los que los
instrumentistas encaran y dan cuenta de su tarea. Verlos era como estar
frente a un grupo dancístico improvisando una acompasada y tersa
coreografía, un cuerpo de agua que transitaba de una inmovilidad casi
absoluta a una marejada frenética, según la naturaleza emocional de la
obra en turno.
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