Detalló que conforme avance el Sol este fenómeno se hará presente en sitios como Chichén Itzá, previsto para el día 23; en tanto en Mérida y el sitio arqueológico de Dzibilchaltún, será los días 24 y 25, aunque aclaró que es posible que se puede admirar 24 horas más en cada una de estas localidades.

El Sol en el cenit, recordó, ocurre dos veces al año, una en mayo y otra en julio, por lo cual se dice que es un fenómeno astronómico simétrico.

En el equinoccio de primavera, detalló, el Sol inicia su viaje al norte, al llegar al día 22 se encuentra en su fase más perpendicular y prosigue hasta llegar a máxima declinación.

Al alcanzar esta fase de nuevo regresa al sur, lo que se concreta durante el solsticio de verano al pasar por este mismo sitio de manera perpendicular, agregó.

Para los mayas, dijo el especialista, este fenómeno tenía muchos simbolismos, ya que estaba íntimamente ligado al periodo de rotación de la luna -28 días-, lo que a su vez también se decía estaba asociado a la fertilidad de la mujer.

Durante el segundo paso del Sol por el cenit, los mayas solían realizar la fiesta del encendido del fuego nuevo, que originalmente era una celebración que se desarrollaba cada 52 años, por eso este fenómeno tenía un gran significado entre ellos.

Al respecto, insistió en su teoría de que en el Templo de las Siete Muñecas, del sitio arqueológico de Dzibilchaltún, el fenómeno arqueoastronómico estaba vinculado con el paso del Sol por el cenit y no durante los solsticios y equinoccios, como se cree en la actualidad.

Indicó que existe constancia gráfica de que el Templo de las Siete Muñecas estaba abierto en su cúpula superior, por donde pasaba la luz solar, lo cual se podría ver de frente al este.

“Ahora tenemos que movernos unos cuatro grados para poder ver el fenómeno solar durante el equinoccio y el solsticio, lo que es incorrecto, por ello creo que este fenómeno de luz y sombra correspondía al Sol en el cenit”, dijo Salazar Gamboa.