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La Catedral meridana de San Ildefonso es considerada la más antigua de América en tierra firme, y es la primera que se
terminó de construir en México en el siglo XVI: su construcción comenzó en 1561 en tiempos del obispo Francisco del Toral
y se concluyó en su primera etapa en 1598.
Dirigió la construcción del templo el Arqto. Pedro de Aleustia, quien no pudo terminarla porque falleció; la concluyó el
Arqto. Juan Miguel de Agüero. Con el paso del tiempo se le agregaron las capillas anexas.
De estilo renacentista avanzado y muy moderado, caracterizan a la Catedral la monumentalidad de sus torres, lo liso y
elevado de sus muros y la severidad de su interior, de bóvedas vaídas o "de pañuelo" y de tres naves. El interior está
dividido por pilares. Se dice que a pesar de que notoriamente se le quiso imprimir el espíritu renacentista, resultó
también con fuerte influencia medieval y que las torres conservan, incluso, reminiscencias morunas. Destacan en su
fachada, la puerta central o "del perdón", flanqueada por las esculturas en piedra de San Pedro y San Pablo; el escudo
real español de Felipe II esculpido en piedra, sustituido en 1822 por el escudo nacional postcolonial.
El 16 de noviembre de 1561, por bula del Papa Pío IV y a petición del rey Felipe II, se erigió la iglesia de Mérida en
Catedral y se le dio por titular a San Ildefonso.
Con una superficie de 4,400 metros cuadrados, su costo total fue de 300 mil pesos brindados, a partes iguales, por la Real
Hacienda, los españoles dueños de tierras e indios y los naturales o indígenas, quienes por cierto fueron los primeros en
pagar y además aportaron los materiales - con piedras prehispánicas, incluso labradas y provenientes del cerro elevado en
esta posición- y el trabajo físico para levantar el templo.
Está orientada hacia el este según la tradición y tiene más de 42 metros de altura sobre el nivel del atrio. Tiene 64.21
metros de largo y 40 de ancho. En el techo hay un reloj de sol.
Describe Manuel Toussaint la belleza de las columnas de piedra de fuste liso que se yerguen en el interior, el equilibrio
en la altura de las tres naves del templo y el origen clásico, renacentista-manierista, de los grandes arcos.
Cuenta con tres capillas en el costado norte dedicadas, respectivamente, al Cristo de las Ampollas, a Santa Ana y al
bautisterio. El órgano, de diseño tubular, que se encuentra en el coro, es de gran interés, así como también el óleo de la
Inmaculada que data del siglo XVIII, dos retablos de estilo neoclásico con nichos que albergan varias imágenes y
particularmente una talla de Santa Eulalia, que data de mediados del siglo XX y es obsequio de la iglesia de Mérida,
España, y obra del escultor español Juan de Ávalos. También se encuentra ahí una pintura dedicada al cacique de Maní,
Tutul Xio, ante el campamento de Francisco de Montejo en T'ho, histórico vestigio del inicio de la conquista espiritual.
Durante el período revolucionario de Salvador Alvarado fueron derruidas dos capillas conocidas como de San José y del
Rosario, que estuvieron en el costado sur. También fueron destruidos en la Catedral altares e imágenes, incluyendo el
venerado Cristo de las Ampollas -de cuya imagen luego se hizo una réplica- y el antiguo y monumental retablo de la pared
del fondo, al que hoy suple un gran Cristo de madera de casi ocho metros de alto colocado en una cruz de caoba de 12
metros de longitud, obra del escultor español Ramón Lapayese del Río y tallado en madera de abedul. El Cristo, desde su
talla, en 1965, ha sido llamado " de la Unidad "y se dice que es el mayor de América realizado en madera. Frente a él oró
Su Santidad Juan Pablo II durante su histórica visita a Yucatán, en 1993.
En su interior hay también una galería de obispos y están anexas la parroquia del Sagrario Metropolitano (antigua capilla
de Santa Ana) y la capilla dedicada al Divino Maestro.
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